El Imperio Mexicano usó la frase Equidad en la Justicia. Contaba con el apoyo del partido conservador, y de buena parte de la población de tradición católica, aunque tuvo una oposición férrea por parte de los liberales. Durante su gobierno, Maximiliano I de México trató de desarrollar económica y socialmente a los territorios mexicanos bajo su custodia, aplicando los conocimientos aprendidos de sus estudios en Europa, y de su familia, los Habsburgo, una de las casas monárquicas más antiguas de Europa, de tradición abiertamente católica.
Pero la política de Maximiliano resultó ser más liberal que lo que sus partidarios conservadores pudieron tolerar. Ello es así en parte por la propia estrategia de Napoleón III, que el 3 de julio de 1862 había dirigido al mariscal Forey instrucciones secretas que requerían evitar el dominio conservador del régimen, instaurando en cambio un gobierno moderado en el que estuvieran representadas todas las tendencias. Y también por el talante liberal de Maximiliano, que ya había manifestado al gobernar el Reino de Lombardía-Venecia en los años 1858 y 1859. Un hecho que puso de manifiesto esa tendencia incompatible con los conservadores locales fue la negativa de Maximiliano a suprimir la tolerancia de cultos y a devolver los bienes nacionalizados de la iglesia, cuando el nuncio papal le requirió ambas decisiones. Gran parte de los conservadores mexicanos, decepcionados, retiraron su apoyo a Maximiliano e, inversamente, hubo liberales moderados que se aproximaron al nuevo régimen, mientras que los liberales republicanos no por ello dejaron de persistir en la lucha por recuperar al país de un gobierno monárquico.
Si Maximiliano estaba desilusionado y decepcionado, sus apoyos franceses pronto estuvieron igualmente decepcionados de su nuevo emperador. Lejos de gobernar con los intereses de Francia, Maximiliano se veía a sí mismo como una figura de integración nacional. La justicia y el bienestar de todos fueron sus objetivos más importantes. Uno de sus primeros actos, como emperador, fue el restringir las horas de trabajo y abolir el trabajo de los menores. Canceló todas las deudas de los campesinos que excedían los 10 pesos, restauró la propiedad común y prohibió todas las formas de castigo corporal. También rompió con el monopolio de las "tiendas de raya" y decretó que la fuerza obrera no podía ser comprada o vendida por el precio de su decreto.
Traído como cabeza de los intereses de Francia, demostró ser todo menos eso. Sus intereses se volvieron hacia México y hacia su gente. Cuando los franceses se dieron cuenta que se habían equivocado y en muchas formas habían subestimado qué tan lejos podría llegar, se retiraron. Maximiliano no lo hizo.
Los liberales buscaron por todos los medios la derrota del imperio. Encabezados por el Presidente Benito Juárez, permanecían firmes en la defensa de la República. Juárez gozaba del apoyo de los Estados Unidos, quienes tampoco deseaban la presencia en América de un régimen apoyado por las monarquías europeas (una posición expresada en la Doctrina Monroe), e hicieron cuanto pudieron por evitar que los conservadores mexicanos tuvieran éxito.
Al final, los cambios políticos a nivel internacional repercutieron en el Imperio Mexicano. Estados Unidos, que durante la mayor parte de esta época estaba enfrascado en su propia guerra civil, entre los estados del norte y los del sur, había conseguido finalmente la paz y estaba listo para apoyar al gobierno republicano de Juárez.
Napoleón III, por su parte, se enfrentaba a serias amenazas en Europa y requería que sus tropas regresaran al país galo. Con el apoyo económico de los estadounidenses a la facción republicana, y sin el apoyo francés ni conservador en el país, poco le quedaba por hacer a Maximiliano. Decidió enfrentarse a las consecuencias, desoyendo los consejos que le sugerían abdicar y regresar a Austria. Fue sitiado con los restos de su ejército y finalmente capturado en Querétaro por soldados del general Mariano Escobedo. Se decía que el 15 de mayo uno de sus más cercanos aliados, el coronel López, lo traicionó entregándolo a los republicanos. Sin embargo el 8 de julio de 1887, el general Escobedo emitió un informe al presidente Porfirio Díaz, en el que informaba haber guardado en secreto en consideración a la dignidad de Maximiliano de Habsburgo, que en realidad el coronel López fue comisionado por el propio emperador para negociar la entrega de la plaza, a cambio de su abdicación y salida del país. Maximiliano y sus leales generales, Miguel Miramón y Tomás Mejía, fueron llevados ante un tribunal militar y condenados a muerte. Todas las cortes de Europa pidieron a Juárez que perdonara la vida del emperador, pero no cedería ante nada.
Tras un juicio ante tribunales militares en ausencia de tiempo, celebrado en el Teatro Iturbide por un coronel y seis capitanes, sin derecho a apelaciones y con base en un interrogatorio que en su mayor parte el Emperador se negó a contestar, alegando que eran cuestiones meramente políticas, los revolucionarios lo condenaron a muerte. Fue ejecutado en el Cerro de las Campanas de la ciudad de Querétaro, el 19 de junio de 1867, junto con los generales conservadores Miramón y Mejía.
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